martes, 14 de septiembre de 2010

Cuerpo y cárceles físicas.


Dibujo: Felipe Silva



“Me llaman la Agrado, porque toda mi vida sólo he pretendido hacerle la vida agradable a los demás. Además de agradable, soy muy auténtica. Miren qué cuerpo, todo hecho a medida: rasgado de ojos 80.000; nariz 200, tiradas a la basura porque un año después me la pusieron así de otro palizón... Ya sé que me da mucha personalidad, pero si llego a saberlo no me la toco. Continúo. Tetas: 2, porque no soy ningún monstruo, 70 cada una pero estas las tengo ya superamortizás. Silicona en labios, frente, pómulos, caderas y culo. El litro cuesta unas 100.000, así que echar las cuentas porque yo, ya las he perdío... Limadura de mandíbula 75.000; depilación definitiva en láser, porque la mujer también viene del mono, bueno, tanto o más que el hombre: 60.000 por sesión. Depende de lo barbuda que una sea, lo normal es de 2 a 4 sesiones; pero si eres folclórica necesitas más, claro... Bueno, lo que les estaba diciendo: que cuesta mucho ser auténtica, señora, y en estas cosas no hay que ser rácana, porque una es más auténtica cuanto más se parece a lo que ha soñado de sí misma."
(Monólogo del personaje “La Agrado”, en la película TODO SOBRE MI MADRE, de Pedro Almodóvar)



Luego de algunas exposiciones acerca de experiencias personales respecto a conflictos por no encajar en el molde de lo femenino y lo masculino, una crítica al concepto de género fue el tema central en el segundo conversatorio al que asistí en abril en las Jornadas Anticarcelarias de La Fábrika, en Temuco.
¿Qué es lo femenino y qué lo masculino? A modo de ejemplo, mis alumn@s de tercero medio consideran que inherentemente femenino es: la sensibilidad, el ser cariñosas y aplicadas. Lo esencialmente masculino es para ell@s: ser protector, menos sentimental y machista.
Si lo pensamos, éstas son las características que por años y años se han replicado y fijado en nuestras mentes con cemento, y manifestado en nuestras acciones sin mucho cuestionamiento.
En unos de los afiches publicados en una de las salas de La Fábrika, en donde uno podía encontrar fundamento teórico a las ideas postuladas y defendidas en los conversatorios, se podía leer algo así: “la enfermedad mental es un producto de la violencia social (Parafraseo a Robert Castel). La construcción taxativa de lo femenino y masculino impuesta con mayor o menor violencia por las distintas sociedades como canon, es la generadora de múltiples conflictos de identidad que desembocan en graves depresiones y otros males. ¿Por qué debo ser esto o aquello? ¿Por qué no de deja de lado de una vez la división dicotómica de las cosas, tan limitada y avasalladora con la diversidad?
Es esta visión de las cosas la que ha hecho a algunos hombres exageradamente violentos, machistas o imposibilitados de expresar sus sentimientos y a las mujeres las ha hecho sumisas y temerosas de mostrarse fuertes para exigir sus derechos.
Hemos enfermado a nuestros hij@s, herman@s, amig@s por amar a personas de su mismo sexo (“el amor es lo esencial/ el sexo, / sólo un accidente”, diría el amigo Fernando Pessoa). Si hasta Vargas Llosa, con todo su conservadurismo y embrutecimiento centro derechista actual, había discurseado en “Los cuadernos de don Rigoberto”, la posibilidad de un tercer sexo, criticando la culpa depositada en aquellas personas que, por ejemplo, nacen llevando consigo órganos sexuales de macho y hembra y haciendo énfasis en que la situación no tenía nada de malo en sí, sino que la sazón de maldad la aplicaba la sociedad.

El cuerpo.

Somos presos de nuestros cuerpos. No tenemos o más bien, la mayoría de nosotros no patalea por el derecho de decidir sobre su propio cuerpo para, como la Agrado, configurar una identidad; para que el cuerpo de un@ sea soporte y discurso; en definitiva, para acercarse un poco más a la felicidad.
Investigando sobre estos temas, desemboqué en una entrevista realizada por Alejandro Jodorowski a Beatriz Preciado (ver video), filósofa española quien es defensora de la teoría Queer y quien experimenta con su propio cuerpo para de-construir los discursos históricamente asociados a él y desde ahí construir un discurso identitario propio y único. De esta forma no se observa el cuerpo como una institución fija, un cerco o una cárcel, sino como un material moldeable desde el cual podemos llegar a ser lo que deseamos.
Esto me hace pensar una vez más en la fuerza discursiva del cuerpo. Cuando no se poseen las palabras o el arte suficiente para expresar lo que uno es, ahí está nuestro cuerpo con toda su vocación de tinta, tela, barro.

2 comentarios:

  1. Comparto plenamente lo expuesto Karina. Entiendo que el proceso de construcción del individuo requiere un trasbasije conceptual porque sabemos que nuestra cultura y su discurso tan solo se preocupa de hegemonizar compartamientos, razones, sentimientos, etc.
    En ese contexto creo que el ejercicio es necesario extraoplarlo a todas las formas de construcción que se realizan en cuanto convenciones de comportamiento. Es decir, siento que se requiere un esfuerzo mayor por construir una identidad filosófica que sepa enfrentarse al actual escenario social, y para ello es necesario desprenderse de las convencionalidades dañinas creadas por el poder... en caso de no poder hacerlo de manera absoluta, es importante mantenerlo claro y jugar con nuestras posibilidades....
    Un beso.-

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  2. excelente muchacha. anduve leyendo un poco a la beatriz preciado, es increíble lo sesgados que estamos aun nosotros (hablo por mí) creídos de nuestra explosión franca y libre, cuando en realidad estamos un poco lejos. el cuerpo maravilla fantasmagórica que llevamos sin mucho preámbulo y quitándoles siempre algo de protagonismo para no dárselo a la superficialidad de asumirlo como postura estética sin sentido.
    hay un curso en la austral "cuerpo sexo y sexualidad" yo no he podido ir por horario, pero tengo los doc. con los cuales trabajan. te los enviaré.
    un fuerte abrazo, aunque no me aparezca, sabes que siempre andas por aquí.
    lindos días con tu ema y tu emo, ja.

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