domingo, 28 de marzo de 2010

Este terremoto nos dejó con el poto a dos manos




Este terremoto nos dejó con el poto a dos manos: asustados, perplejos, adoloridos, enrabiados.

Este terremoto nos desnudó de varias formas:

Nuestro exagerado parecido a los personajes ciegos de “Ensayo sobre la ceguera”, con nuestros saqueos salvajes y en algunos casos innecesarios. Y no me refiero sólo a quienes salieron arrancando con plasmas y otros artículos igualmente ridículos en caso de una emergencia tan grande como ésta. Hablo también de todos aquellos empresarios y políticos que a través de sus leyes propician saqueos a grandes escalas y ante los cuales guardamos silencio o nuestro precario grito no alcanza a ser escuchado por el apriete de una mordaza invisible, pero que se manifiesta a través del control de los medios… Pido entonces cárcel no sólo para aquellos que tontamente roban televisores y microondas (a éstos hasta los excuso en parte, puesto que se les ha enseñado a vivir en una dinámica social en la que donde quién más valor tiene, es el que tiene más), sino para quienes nos están dejando, paulatinamente, sin agua que beber, sin bosques que disfrutar, sin buen aire para respirar, sin buena comida que comer.

Este sacudón dejó de manifiesto también la enorme cantidad de plata que hay en Chile, que está en manos de unos pocos y que se deja ver sólo en las teletones en un ostentoso espectáculo de pseudosolidaridad mediática. Y que el resto del tiempo hiberna en los bolsillos y cajas fuertes de unos pocos. Ejemplo claro: sólo la familia Luksic donó alrededor de 5.000 millones de pesos (no logro imaginar cuánto es eso) y nuestro sueldo mínimo alcanza a $165.000 (demás está decir que hay quienes viven incluso con menos que esto).

Bueno, nuevamente quienes levantaremos este país somos los trabajadores. Sí, no se engañe, los empresarios donantes en la teletón rebajan impuestos por hacer estas contribuciones, rebajan impuestos por apoyar causas sociales, culturales o educativas para después llenarse la boca con discursos de solidaridad. No señor, ser solidario es dar, así no más, sin esperar de vuelta. Éstos dan lo que les sobra. Si lo piensa bien, con toda la plata que se mueve en este país y que quedó de manifiesto en el programa de la Teletón, en chile no debiera haber la pobreza que hay, y tendríamos que volver a levantarnos en tres tiempos.

Quien es verdaderamente solidario es usted, soy yo. Quienes ayudamos con plata limpia, producto de nuestro trabajo.

Votar por el mal menor (o la desconfianza en sí mism@)

(Texto algo a des-tiempo)

Para mí, la causa de la situación política de este país radica en la falta de fe de los votantes. No me refiero al acto de depositar la confianza en el otro, de tener la fe suficiente de creer que el otro hará lo que uno mismo, por falta de poder o abundancia de escrúpulos, no hará. No, hablo de la fe necesaria que se debe tener en uno mismo. Por eso, para mí votar implica confiar en mí misma: en lo que creo, en lo que siento…. Y eso no se transa. Los chilenos estamos acostumbrados a transar demasiado.

Por eso estamos como estamos. En la última elección presidencial nos presentaron dos opciones:

- Piñera, por un lado, quien por el sólo hecho de haber sido candidato incrementó su fortuna, y quién, además representa a una coalición que ayudó a instaurar el modelo de los Chicago boys en nuestro país durante la dictadura de Pinochet, lo que nos mantiene con esta economía de libre mercado propulsora de tanta desigualdad.

- Frei, por otro lado, representante de una coalición estancada, que nos quiso hacer creer que aquél era el representante ideal de la gente, cuando no se trataba nada más que de intentar posicionar a un representante DC, luego de dos presidentes socialistas, en un espantoso “ahora nos toca a nosotros”.

Conozco a mucha gente que ante este escenario, aún cuando no le satisfacía ni uno ni otro candidato, prefirió votar por el “mal menor”. ¿Qué es eso? nada más que conformidad, nada más. Eso es andar a medias tintas, y ese pensamiento es el que nos tiene fregados: nos han privatizado el agua; la LGE no posee ningún cambio estructural, por lo que sigue siendo nada más que un mal disfraz de la LOCE; debemos pagar enormes cantidades para acceder a derechos fundamentales como es el derecho a la salud, la educación, a la vivienda, a pensiones dignas. Se ha propiciado, profundizado y agudizado conflictos con comunidades indígenas. Se ha pasado por alto nuestro derecho a disfrutar y conservar nuestras reservas naturales libres de ataques justificados por ese mentado “desarrollo” que tiene a nuestro planeta afiebrado.

Por eso defiendo (porque en este país todavía se espantan y la juzgan a una poco menos que de antipatriota) mi derecho a votar nulo. Para mí esto es tan válido como votar por cualquier candidato y representa la disconformidad ante el escenario político; votar nulo es decir no estoy de acuerdo con el sistema neoliberal que favorecen tanto uno como otro sector.

La condición de un país, es el reflejo de la condición de las personas que lo habitan, por lo tanto un país donde la gente desconfíe de sí misma y se averguence de expresar su descontento, su rabia, su desazón, es un país enclenque al que cualquiera pone un pie encima.

Quiero un país corajudo, por eso si no le gusta: VOTE NULO!

Una cuestión de palabra...

La batea.
Del artista visual Flekcha.

"Casi no queda cultura oral o predominantemente oral en el mundo de hoy que de algún modo no tenga consciencia del vasto conjunto de poderes eternamente inaccesible sin la escritura"...


(Ong, Walter (1987) Oralidad y escritura.Tecnología de la palabra. Fondo de cultura económica, México)





Nuevamente ha fallecido un comunero mapuche en nuestra zona. Opiniones a favor y en contra de la forma en que el gobierno ha actuado en este "conflicto" enardecen.

Estando acá en Victoria - ciudad nueva para mí y vecina silente de esta explosión alimentada por años de cohersión, discriminación, engaño y negación- he querido referirme al asunto desde el único lugar que sé: el estudio de la palabra.


El conquistador español no sólo utilizó la espada y el fusil para darse a la tarea de dominación, también utilizó la palabra; arma para mí mucho más eficaz ya que con ella se construye (y destruye) realidad. La utilización de la lengua como herramienta de dominación cultural, para despojar a una cultura de sus creencias y cosmovisión, para instalar en ella lo ajeno y desconocido.


Se ha perdido la fe en la palabra (en la palabra hablada, digo). Antes de la escritura los tratos se hacían confiando en quien hacía uso del aire, de sus pulmones, de sus cuerdas vocales, de su lengua, dientes, en fin .... para emitir sentencias, compromisos, afirmaciones. Con esto quiero decir que la lengua oral nos remite a la persona como única fuente de confianza y verdad. "La palabra hablada está más cerca del mundo humano vital" nos dice Ong (1987) en el texto arriba citado, es decir, quién da su palabra, compromete algo de sí en aquello dicho. Ahora bien, la dinámica de las relaciones de aquellos pueblos como el pueblo Mapuche, que hasta la llegada de los españoles (y aún hoy, aunque ha habido intentos de algunos alfabetos como el de Raguileo) no habían desarrollado aún la escritura, era la confianza en la palabra oral.


Al contario de los mapuches, los españoles habían desarrollado ya la escritura. Un pueblo que ha desarrollado la escritura puede "fijar" su pensamiento en la historia puesto que, al contrario de la oralidad que hemos definido como algo intrínsicamente ligado con lo humano vital, la escritura es un modo que tiene el hombre de cosificar su pensamiento expresado en palabras, es decir, la escritura es nuestro pensamiento sistematizado en libros, o archivados y puestos en una repisa para ser conservados como materia inerte hasta que alguien nuevamente las haga suyas. De esta manera, los españoles se configuraban como una cultura que, a raíz de la dinámica de la escritura, confiaba más en los papeles que la persona tras la palabra. De esta forma es como comienzan a desarrollarse las sociedades occidentales burocráticas.


Una de las aristas del proceso de usurpación de tierras fue la firma de documentos por parte de mapuches que, por desconocer el español escrito y mantener la buena costumbre de confiar en las personas y no en la "palabra cosa" del documento, firmaron papeles mediante los cuales les fueron arrebatados sus terrenos.

Existe un relato de un comunero mapuche en el documental "El juicio de Pascual Pichún" (de la documentalista María Teresa Larraín) que relata la importancia de la oralidad en la cultura mapuche, y expresa con dolor cómo por la confianza mantenida en la palabra le fueron usurpadas las tierras por las que hoy luchan.


No es mi intención con este texto demonizar la palabra escrita, sino recalcar cómo ésta en manos codiciosas puede ser usada para el engaño. Además, quiero destacar que la lucha del pueblo mapuche no es una pataleta sin sentido como algunos aún siguen creyendo, sino que ha germinado desde un semillero de engaños de unos cuya palabra ya no vale nada, de algunos cuya palabra es sólo letra muerta.