domingo, 28 de marzo de 2010

Una cuestión de palabra...

La batea.
Del artista visual Flekcha.

"Casi no queda cultura oral o predominantemente oral en el mundo de hoy que de algún modo no tenga consciencia del vasto conjunto de poderes eternamente inaccesible sin la escritura"...


(Ong, Walter (1987) Oralidad y escritura.Tecnología de la palabra. Fondo de cultura económica, México)





Nuevamente ha fallecido un comunero mapuche en nuestra zona. Opiniones a favor y en contra de la forma en que el gobierno ha actuado en este "conflicto" enardecen.

Estando acá en Victoria - ciudad nueva para mí y vecina silente de esta explosión alimentada por años de cohersión, discriminación, engaño y negación- he querido referirme al asunto desde el único lugar que sé: el estudio de la palabra.


El conquistador español no sólo utilizó la espada y el fusil para darse a la tarea de dominación, también utilizó la palabra; arma para mí mucho más eficaz ya que con ella se construye (y destruye) realidad. La utilización de la lengua como herramienta de dominación cultural, para despojar a una cultura de sus creencias y cosmovisión, para instalar en ella lo ajeno y desconocido.


Se ha perdido la fe en la palabra (en la palabra hablada, digo). Antes de la escritura los tratos se hacían confiando en quien hacía uso del aire, de sus pulmones, de sus cuerdas vocales, de su lengua, dientes, en fin .... para emitir sentencias, compromisos, afirmaciones. Con esto quiero decir que la lengua oral nos remite a la persona como única fuente de confianza y verdad. "La palabra hablada está más cerca del mundo humano vital" nos dice Ong (1987) en el texto arriba citado, es decir, quién da su palabra, compromete algo de sí en aquello dicho. Ahora bien, la dinámica de las relaciones de aquellos pueblos como el pueblo Mapuche, que hasta la llegada de los españoles (y aún hoy, aunque ha habido intentos de algunos alfabetos como el de Raguileo) no habían desarrollado aún la escritura, era la confianza en la palabra oral.


Al contario de los mapuches, los españoles habían desarrollado ya la escritura. Un pueblo que ha desarrollado la escritura puede "fijar" su pensamiento en la historia puesto que, al contrario de la oralidad que hemos definido como algo intrínsicamente ligado con lo humano vital, la escritura es un modo que tiene el hombre de cosificar su pensamiento expresado en palabras, es decir, la escritura es nuestro pensamiento sistematizado en libros, o archivados y puestos en una repisa para ser conservados como materia inerte hasta que alguien nuevamente las haga suyas. De esta manera, los españoles se configuraban como una cultura que, a raíz de la dinámica de la escritura, confiaba más en los papeles que la persona tras la palabra. De esta forma es como comienzan a desarrollarse las sociedades occidentales burocráticas.


Una de las aristas del proceso de usurpación de tierras fue la firma de documentos por parte de mapuches que, por desconocer el español escrito y mantener la buena costumbre de confiar en las personas y no en la "palabra cosa" del documento, firmaron papeles mediante los cuales les fueron arrebatados sus terrenos.

Existe un relato de un comunero mapuche en el documental "El juicio de Pascual Pichún" (de la documentalista María Teresa Larraín) que relata la importancia de la oralidad en la cultura mapuche, y expresa con dolor cómo por la confianza mantenida en la palabra le fueron usurpadas las tierras por las que hoy luchan.


No es mi intención con este texto demonizar la palabra escrita, sino recalcar cómo ésta en manos codiciosas puede ser usada para el engaño. Además, quiero destacar que la lucha del pueblo mapuche no es una pataleta sin sentido como algunos aún siguen creyendo, sino que ha germinado desde un semillero de engaños de unos cuya palabra ya no vale nada, de algunos cuya palabra es sólo letra muerta.









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